La [re]construcción del África Occidental: un punto de inflexión en la lucha contra el colonialismo.
A través del tiempo, hemos aprendido acerca de las revoluciones civiles y políticas que moldearon la historia internacional. Conocimos sus actores principales, sus motivaciones de lucha, su legado revolucionario. Pero hoy tenemos la oportunidad de ser testigos de un nuevo acontecimiento, una revolución gestada en el corazón de África.
África Occidental es una región caracterizada por su pasado como colonia bajo dominio europeo. Aún con las respectivas declaraciones de independencia realizadas en 1960, donde Francia cedió el control político de los territorios africanos, estos continuaban manteniendo una fuerte dependencia político-económica que limitaba sus capacidades productivas y su desarrollo social. Por años, África funcionó como un territorio de expansión para las élites occidentales, prevaleciendo el extractivismo de los recursos naturales sin apostar por un desarrollo local. Pero esa lógica está mutando en el presente.
Es en este momento dónde nos preguntamos ¿Por qué lo que ocurre en África Occidental nos importa tanto?
Escrito por Antonia Goette.
Porque representa una [re]construcción identitaria.
Como Martha Finnemore [nuestra genia del mes] nos cuenta, los Estados están constantemente evolucionando. Encuentran nuevos intereses y crean nuevas normas que les permitan perseguirlos. Pero la gesta de esos intereses no es una mera casualidad. Para África, lo que antes había sido un espacio configurado por el dominio europeo hoy es una región que representa un cambio ideológico.
Esta transformación es impulsada por un extenso historial que dejó en vista las múltiples desigualdades que un sistema colonialista puede perpetrar.
Las injusticias afloran, y entonces el cambio resurge. Las nuevas normas configuran los nuevos discursos políticos con un tinte diferente: el del panafricanismo. La cooperación entre los pueblos africanos se vuelve clave, la revalorización del territorio y la búsqueda por el desarrollo son ahora las reglas del juego. Si bien se trata de un proceso extenso y poco lineal, veremos a continuación que la construcción de normas se da a través de la legitimación social e histórica.
Te propongo tomar a Burkina Faso como punto de partida para entender esto. Cuando Ibrahim Traoré, presidente interino desde Octubre de 2022, consolida su llegada al poder, se produce un giro de 180 grados en el desarrollo de la política Burkinesa. Con un discurso profundamente panafricanista, Traore impulsó la nacionalización de recursos minerales, la apertura de centros de salud y universidades, la industrialización y la soberanía alimentaria. Pero todas estas medidas están entrelazadas a un fuerte sentimiento de independencia y soberanía, que se manifiesta no solo en la palabra, sino también en la política internacional de Burkina Faso: dejando de lado su histórico papel como Estado periférico, adquiriendo un rol clave en la representación de la región.
Tomando como ejemplo a la AES (Asociación de Estados del Sahel) encontramos un nuevo actor internacional, con un interés real de abandonar las dinámicas coloniales y creando en consecuencia, nuevos espacios para discutir y revalorizar lo local.

Porque encontramos una [re]configuración de independencia económica y progreso real.
La forma en la que una economía se desarrolla también evoluciona y se reconstruye. En términos de independencia económica, la iniciativa la tomó Burkina Faso, nacionalizando minas de oro, su principal recurso nacional. Así, marcó e inspiró la agenda de otros países de la región. A partir del 2024, se comienzan a restringir las exportaciones en bruto de los principales recursos minerales de África Occidental (Litio, Oro, Uranio) para priorizar la industrialización de los mismos en los Estados africanos. Vemos revertirse una tendencia histórica de exportación de recursos muy valiosos a precios muy bajos, donde las principales ganancias no estaban dirigidas a África, sino que encontraban su acumulación en Europa.

Otra demostración de búsqueda de independencia económica es la preferencia por la soberanía alimentaria. El interés en esta materia es cada vez mayor, expandiéndose a cooperaciones entre organizaciones regionales, pensando que la independencia también implica una industria nacional capaz de producir con materias primas locales.
Porque implica un proceso de [re]contagio por el interés en lo nacional.
Volviendo a citar a nuestra Genia del Mes: “Las preferencias de los Estados son maleables. Los Estados no siempre saben lo que quieren, y son receptivos a la enseñanza sobre qué acciones son apropiadas y útiles a tomar” (Finnemore, 1996)
Con este fragmento, Finnemore nos deja en claro que las preferencias de los Estados no pueden ser inherentes a ellos. No dependen puramente de cuestiones materiales, también pueden ser moldeadas a través de la socialización con otros actores. En esta socialización, los Estados conocen nuevas percepciones, encuentran nuevos valores que resuenan con sus historias locales y aceptan nuevas normas.
El ejemplo de Burkina Faso es uno de los tantos casos que existen hoy en día en África: no solo es un nuevo actor con peso en el escenario internacional, también es una fuente de contagio de panafricanismo. Países como Malí, Níger, Chad, Zimbabwe, Tanzania y Namibia se suman a la ola revolucionaria, orientando sus políticas estatales a fortalecer la seguridad social, el desarrollo educativo y la soberanía alimentaria.
Como ya hemos dejado en claro a lo largo de este artículo, esto no es un conjunto de hechos aislados entre sí. El contagio de una revolución en el corazón de África está sustentado por múltiples aristas. Una de ellas (y una muy importante) es la sociedad civil. El apoyo que la sociedad brinda a los gobiernos hace que las nuevas normas gocen de una legitimidad primordial. La aprobación del pueblo durante etapas de cambios políticos es quizá uno de los logros más significativos en el proceso de [re]construcción del África Occidental. Porque demuestra un compromiso serio por la soberanía real, donde los Estados sean capaces de elegir sus propios destinos y conformar sus historias desde un papel protagónico.
Si algo debemos tener en claro es que después de una revolución, nada vuelve a ser igual, ni siquiera lo que no logró cambiar.
Entonces ¿Qué podemos construir a partir de esta revolución?
Si bien todavía queda mucho camino por recorrer (sobre todo porque hablamos de un proceso revolucionario que aún ocurre en la actualidad) no debemos olvidar que estamos ante un acontecimiento histórico.
Es ahora el momento de traer a debate las nuevas revoluciones, conocer sus actores y aprender sobre su influencia en el escenario internacional. Porque la independencia del pueblo jamás puede desligarse del compromiso social que la sostiene.
* Estudiante Avanzada en la Licenciatura en Relaciones Internacionales en la Universidad Católica de Córdoba.
Bibliografia:
Finnemore, M. (1996). National interests in international society. Cornell University Press.