¿Un Tercer Imperio Francés para un [mundo sin reglas]?
Las normas internacionales están en entredicho. ¿Puede Francia ponerse a la altura de las circunstancias y ofrecer algo a un orden mundial en crisis o sólo se trata de un sueño imperial trasnochado?
Este 14 de julio se conmemoran 236 años desde la legendaria “Toma de la Bastilla”, la gran prisión usada por los reyes franceses durante siglos, por una avalancha de parisinos hartos del orden real. Este hito inauguraría un período de convulsión total que vive hasta hoy en las ideas occidentales: la [Revolución Francesa]. En el [Mes de las Revoluciones], recordamos este suceso clave en la historia política occidental y mundial.
Hablar de Francia es hablar de su Revolución, como lo es hablar también de una cosmovisión rupturista del ser humano que ya había sido abrazado por los patriotas estadounidenses. Esta es una buena oportunidad para ver qué queda del ideal francés en este mundo. Es una pregunta que combina entender tanto el uso del poder duro (las armas) y blando (las ideas que inspiran a Francia y que exporta al mundo).
Más de dos centurias después, el otrora dos veces imperio galo es parte del viviente corazón europeo. Un gigante económico, republicano, democrático, liberal y promotor del [Estado de Derecho]. Rasgos que comparte con su “hermano mayor” republicano, Estados Unidos; ambos son los precursores del [orden liberal internacional] que hoy conocemos y que está en crisis… gracias al mismo Estados Unidos.
El siglo XXI presenta hoy dos grandes contrastes para Francia. El dilema entre el cosmopolitismo y la desconfianza social, que tanta tinta ha hecho correr. Sumémosle a esto los coletazos del ajuste tecnocrático y el desencanto social ¿El ocaso francés? Y, sin embargo, París no sólo no ha abandonado su programa republicano: se ha adelantado a embanderar el liderazgo europeo, ante la increíble falta de compromiso de Washington en el “Viejo Continente”.
Escrito por Lucio Piatti Borello*
Las reglas no están para romperse
[Martha Finnemore], brillante doctora en Relaciones Internacionales y profesora en la George Washington University, puede ofrecernos mucho para entender esta cruzada francesa, así como sus contradicciones. Habiendo obtenido su doctorado en 1991, Finnemore es hoy en una de las principales representantes del internacionalismo “constructivista” estadounidense (y del mundo).
Su época formativa coincidió con el retroceso definitivo de la Guerra Fría y el inicio de lo que llamaríamos un “momento hegemónico liberal”, durante la década de los noventa. En él, Estados Unidos reinaría indisputadamente como hegemón mundial, y tras mostrarse como faro institucional y principal adalid (y financista) de las Naciones Unidas. El tiempo de las armas había acabado y empezaba el del fortalecimiento de las normas para la [gobernanza global]. Pero todo eso acabó con el 9/11, la Guerra contra el Terror, el abuso del intervencionismo y la crisis financiera global de 2008.
Es a partir de aquí que Finnemore, junto con otros colegas, elabora una fecunda obra literaria. En ella, desarrolla conceptos tales como la difusión de [normas internacionales] y cómo las mismas moldean los intereses estatales y políticas exteriores. Es decir, los intereses estatales no son ni fijos ni naturales, sino moldeados por el [entorno normativo] en el que los Estados están insertos.
Además, la legitimidad del uso de la fuerza ha cambiado con el tiempo, y ciertas intervenciones humanitarias se vuelven aceptables cuando emergen nuevas normas. Estas, a su vez, pueden tener un ciclo de vida de tres etapas: [emergencia/cascada/internacionalización]. Las normas, entonces, no surgen de la nada, sino que son promovidas por actores (Estados, ONGs, medios, figuras públicas), difundidas en foros internacionales y, finalmente, institucionalizadas en tratados, discursos y prácticas.
“No existe la política más allá de la realidad” (De Gaulle, 1960)
«Debemos ser lúcidos sobre el hecho de que nuestra Europa, hoy, es mortal. Puede morir. Puede morir, y eso depende únicamente de nuestras decisiones». - Macron, en su discurso en La Sorbona de 2024
Hoy, Francia nos ofrece un ejemplo práctico para aplicar estos conceptos que Finnemore nos lega. Ante la manera errática y bravucona de Donald Trump y el “ombliguismo” estadounidense, más la rápida sucesión de pares europeos, el presidente francés Macron encarna, quizás, la figura más estable en el almirantazgo normativo europeo de estos tiempos.
Su presencia es constante en los siguientes puntos: autonomía estratégica europea (y propia, en sus ex colonias); una presencia activa en los conflictos; el refuerzo del multilateralismo; la defensa del orden liberal, tanto en cultura como en política; las medidas contra el cambio climático y cómo promover un liderazgo humanitario, entre otras agendas.
Francia se ha convertido en una emprendedora normativa. Lleva la batuta, participando activamente de iniciativas como el Foro de París por la Paz, una impulsado por Macron para promover soluciones multilaterales a desafíos globales, como la gobernanza digital y regulación ética de la inteligencia artificial o la limitación del veto en el [Consejo de Seguridad], entre otras. Además, la Alianza por el Multilateralismo, junto a Alemania, busca defender el derecho internacional, los derechos humanos y el sistema de Naciones Unidas frente al unilateralismo creciente.
«El ataque a las democracias liberales, a nuestros valores, a –lo digo en este lugar del conocimiento– lo que constituye la base misma de la civilización europea, una cierta relación con la libertad, la justicia y el conocimiento, se está produciendo ahora.»
Macron ha utilizado escenarios como la ONU o el G7 para posicionar a Francia como mediadora y promotora “responsable” de normas globales. Cumple así, siguiendo el ciclo de las normas de Finnemore, con un proceso de difusión o “cascada” normativa, que pone en movimiento nuevas reglas para los demás actores internacionales, tan necesitados de un actor aglutinante, y que debería dar paso a su internacionalización efectiva: una reproducción del orden liberal a través de acuerdos y convenios.
A la manera de los constructivistas, diremos que Francia tiene mentalidad de imperio, y Macron es su ideólogo; un “Rey Sol”, joven, dinámico, inmutable ante la fragilidad interna. Un “Tercer Imperio”, que no existe en los mapas, pero sí en las intenciones, y que pretende llenar vacíos. Caracterizada por numerosos académicos como una de las tantas [potencias medias], según sus capacidades materiales e inmateriales combinadas, Francia tiene, hoy, todo para recordarle al mundo que Europa no se ha sumido en la irrelevancia. Esto quedó de manifiesto en su histórico segundo discurso en el auditorio de la universidad de La Sorbona, en 2024.
El catalizador perfecto es Rusia. De manera interesante, en cuanto al problema de la disuasión nuclear y la protección de Europa Moscú denostó a Macron haciendo una comparación con Napoleón. El galo respondió llamando a Vladimir Putin “un imperialista” y alterador de la paz. Justo el 13 de julio, el jefe del Estado Mayor militar francés advirtió en una conferencia de prensa que Francia está ahora bajo la mira rusa por su intención de establecer, junto con Reino Unido, una fuerza de paz europea en Ucrania de lograrse un alto al fuego, algo que Moscú considera una amenaza vital. ¿Dos emperadores se desafían a duelo, enfrentados por dos cosmovisiones diferentes, o tan sólo por la fría [realpolitik], como en es el caso de la disputada [Françafrique]? Discusión para otro momento.
El Palacio del Elíseo no solo busca preservar su influencia global, sino redefinir el orden internacional a través de normas que considera legítimas y universales. Desde la perspectiva de Finnemore, esto no es solo diplomacia: es una forma de construir realidad social en el sistema internacional.
«La batalla cultural, la de los imaginarios, de los relatos, de los valores, es cada vez más delicada. Durante mucho tiempo pensamos que nuestro modelo era irresistible, que la democracia se extendía, que los derechos humanos progresaban, que el soft power europeo triunfaba.»
Ante una nueva Fête Nationale, este 14 de julio Francia saludará sus banderas con fanfarrias y triunfo. Queda por saber si asumirá o no, con o sin Macron al timón, llevarlas al mundo como divisa de una nueva cruzada por la [libertad, la igualdad y la fraternidad] o si las contradicciones entre lo que cree ser y lo que puede brindar darán por tierra con las grandiosas ambiciones del Elysée.
*Licenciado en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Villa María.
REFERENCIAS
Finnemore, M. (1996). National Interests in International Society. Cornell University Press.
Finnemore, M. (2003). The Purpose of Intervention: Changing Beliefs about the Use of Force. Cornell University Press.
Finnemore, M. y Sikkink, K. (1998). “International Norm Dynamics and Political Change”. International Organization, 52(4), 887–917.